Los sentimientos de placer y de alegría mueren
automáticamente en el hombre cuando se le habla de la muerte.
Por ello, cuando arúspices y adivinadores vaticinan la
proximidad de la parca, recogemos nuestros sentimientos en un rictus de
dolor y de angustia que trunca de una vez el camino de nuestras
esperanzas; pero, cuando estos signos de muerte vienen de una ave,
desde el fondo de nuestra alma quisiéramos que su especie
desapareciera en todos los confines de la tierra.
Los griegos pronosticaban el futuro de los hombres en las entrañas de las aves que se sacrificaban en los templos, en honor de los dioses. Pero nuestros campesinos escuchan el llamado de la muerte en un pajarraco que han conocido desde siempre con el nombre de GUALDIVIA y que no sobresale propiamente por la luminosidad de sus plumas, más aproximadas al color pardo oscuro de la ceniza.
Seguramente ustedes habrán percibido con claridad su canto, que con ahogada sonoridad expresa:
Guacabóóóó... Guacabóóóó. ..
Los griegos pronosticaban el futuro de los hombres en las entrañas de las aves que se sacrificaban en los templos, en honor de los dioses. Pero nuestros campesinos escuchan el llamado de la muerte en un pajarraco que han conocido desde siempre con el nombre de GUALDIVIA y que no sobresale propiamente por la luminosidad de sus plumas, más aproximadas al color pardo oscuro de la ceniza.
Seguramente ustedes habrán percibido con claridad su canto, que con ahogada sonoridad expresa:
Guacabóóóó... Guacabóóóó. ..
No hay comentarios.:
Publicar un comentario